En el proceso de solicitud de una hipoteca intervienen distintas fases, pero hay una determinante en la que el cliente aporta información relativa a sus bienes y finanzas. Esta información, junto con otras que detallaremos más adelante, es necesaria para determinar el scoring de un cliente, es decir, para determinar si esa solicitud crediticia por importe, finalidad y plazo determinado va a ser positiva para la banca o, por el contrario, va a generar riesgos como consecuencia de la situación financiera del cliente. A este sistema automatizado de análisis por parte de la banca se le llama scoring y en definitiva es el proceso que se encarga de validar o denegar las operaciones crediticias y, por tanto, la concesión de la hipoteca.
Este sistema automatizado nace con distintos objetivos, pero el principal es generar una respuesta homogénea a las solicitudes de crédito eliminando el margen de error provocado por el factor humano, facilitando así la toma de decisiones.
Información que utiliza el scoring
En este proceso automatizado de análisis intervienen dos grandes bloques de información: la que aporta el cliente y la que posee la banca. En concreto de este último caso se encuentran los datos personales del cliente, vinculaciones financieras, historial crediticio interno, declaraciones de bienes y aquellas extraídas de ficheros externos como listas de morosos y el CIRBE, principalmente.
Para afinar el scoring del cliente, la banca le solicita información adicional, como los ingresos mensuales, justificación del crédito, documentación que acredite el cumplimiento de pagos a terceros, información patrimonial y en el caso concreto de solicitud de hipoteca, documentos de registro y tasación del inmueble.
Funcionamiento del scoring
Con toda la información anterior, el sistema realiza un estudio de probabilidad de impago. Para ello tendrá en cuenta aspectos objetivos como la tasa de endeudamiento respecto al patrimonio, los ingresos con relación a los pagos comprometidos y la antigüedad del contrato laboral como garantía de solvencia, pero también otros puntos más subjetivos de igual modo que lo haría un analista en carne y hueso, como la falta de coherencia de los datos aportados, profesiones de riesgo, edad del solicitante en relación al plazo de endeudamiento, entre otros.
Si después de todo el estudio anterior (que en realidad es instantáneo) el resultado de esa probabilidad es menor que el límite máximo puesto por el banco, este dará luz verde a la operación.