El incremento generalizado de los precios, el aumento del coste de la vida, la subida de los tipos de interés y la inestabilidad macroeconómica en la que está sumida Europa desde el inicio de la guerra de Ucrania configuran un escenario que el sector bancario encara con cautela. Y es que la banca se está preparando para un eventual repunte de la morosidad este mes de octubre con el inicio de un cuarto trimestre del año que se prevé económicamente exigente tanto para el tejido empresarial como para las familias españolas.
Tras una primera mitad de 2022 en la que el sector ha contenido y rebajado la tasa de impagos, las entidades ya admiten un impacto en los próximos meses. Los bancos venían esquivando los efectos de la pandemia gracias a la buena reacción de la economía, a las ayudas gubernamentales y al auge del consumo interno tras el estado de alarma, más allá de las moratorias aplicadas a los créditos avalados por el Instituto de Crédito Oficial (ICO). No obstante, la industria ya asumía que el deterioro de la economía, debido a la inflación y la subida de tipos para intentar contenerla, iba a provocar efectos a medio plazo en la tasa de morosidad.
En este contexto, según fuentes consultadas por el diario Cinco Días, una parte de la industria bancaria, más allá del repunte de la mora, que se prevé que será “manejable”, está muy pendiente del ritmo al que se consumirá el ahorro generado durante la pandemia del coronavirus. Y es que, durante los meses de confinamiento y restricción a la movilidad, los depósitos de empresas y hogares aumentaron por encima de los 1,3 billones (200.000 millones más que antes de la crisis sanitaria) según los últimos datos del Banco de España.
Pero hay buenas noticias: en estos momentos la ratio de morosidad se encuentra en mínimos de la última década y este año ha ido cayendo mes a mes, desde el 4,32% con el que arrancó el año hasta el 3,85% registrado en julio. Aunque las entidades no se atreven a cuantificar una cifra, los expertos consideran que los bancos españoles están preparados para afrontar el alza de la morosidad. Los niveles de solvencia son los más altos de los últimos años y, además, cuentan con reservas por las provisiones dotadas durante la pandemia que todavía no se han liberado por precaución.